lunes, 17 de agosto de 2009

Paqueta.

Paqueta.

Teresita vivía en una casa rosita y redondita 
que tenía un brillito blanco en el lado derecho,
lo cual le daba efecto tridimensional;
una puertita chiquita de caramelo magenta que emulaba la madera
y dos ventanillas amarillas como ojos de gato salvaje.  

Ella calentaba la pavita que avisaba cuando hervia con un silbido insoportable.
No tenía microondas y su heladera era ROJA. Una heladera vieja y bonita. ROJA. 
Se tomaba un té de cereza, Teresa. 
E invitaba a sus amigas Conchita y Manuelita a jugar a la generala
y comer masitas dulces y secas con mucho merengue. 

Rara vez salía de casa. 
Estaba feliz, sonrisita chiquita y cachetes sonrojados. 

Teresa era una viejita dulce,
tan dulce que era siniestra. 

Tejía su ovillo de lana crema, alimentaba a su canario naranja sol,
tenía un romance de violines y se ocultaba tras un confesionario.
Pobre Teresita. De pelo gris y ojos maleza. 

1 comentario:

  1. Si un hombre juega mucho a la generala, es un jugador
    Si un general juega mucho a la generala es un travesti

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